¿Por qué cuesta tanto decir las palabras?
¿Por qué cuesta tanto nombrarse?
¿Por qué pareciera estar prohibido decir quiénes somos?
¿Por qué nos ven como si
fuésemos monstruos cuando lo hacemos?
Cómo si rompiésemos algo sagrado
o escupiéramos el rostro de Dios.
¿Acaso tenemos que ser un algo,
una cosa, una tuerca, un perno
en el engranaje de la maquinaria social?
¿Acaso no somos personas?
¿O es que las personas no existen y en realidad
todes somos títeres en el laberinto de las apariencias?